Albert Einstein, el mayor genio del siglo XX lo llaman, nos dejó la Teoría de la Relatividad y la fórmula E=mc 2 que no te acuerdas de para qué sirve, pero es muy importante. Albert, además de ser muy listo, tenía la cara un poquito dura: hizo firmar un contrato a su primera esposa, la científica y matemática Mileva Maric, por el que se aseguraba ropa limpia, hogar aseado, tres comidas al día en su habitación, limpieza de su lugar de trabajo y que le ordenara la mesa a diario. Había otras condiciones sobre la convivencia que bien valdrían, sin atisbo de relatividad alguna, el apelativo de déspota.

Lo sabemos (y Albert Einstein también lo sabía y se aseguró de tenerlas cubiertas), las tareas domésticas son el pilar sobre el que se apoyan todas las demás actividades. Albert no fue el único que se garantizó no tener que lavar y tender sus calzones ni freírse un huevo, muchos filósofos y pensadores a lo largo de la historia señalaron y sentenciaron a quién le correspondían las tareas domésticas y de cuidado. Desde Aristóteles a Jung han afirmado que la “naturaleza” de las mujeres era una naturaleza para obedecer y servir, así afianzaron para ellos el trabajo productivo (reconocimiento y dinerito) y para ellas el productivo (invisible y sin remunerar).

Podríamos hacer chanza con la misoginia de todos estos señores, pero las tareas domésticas son asunto serio porque han significado lastre, freno, traba y techo de hormigón sobre la mitad de la humanidad durante siglos y en todas partes del mundo. Da para pensar.

Pero vamos, que la división sexual del trabajo está ya superada, el reparto de tareas domésticas y de cuidados es gozosamente equitativo y cosa del pasado la frase “qué suerte tienes que tu marido te ayuda en casa”… hasta que nos asomamos a los datos:

-Las responsabilidades domésticas y de cuidados son el motivo para quedarse fuera del mercado laboral en el 39.2% de las mujeres y el 5.9% de los hombres. Lo dice el Observatorio de Igualdad y Empleo.

El porcentaje de personas con empleo que confía el cuidado de su prole a su pareja, alcanza el 50.9% entre varones y el 11.78% entre mujeres. Lo dice el Instituto Nacional de Estadística.

En Andalucía el 25.3% de las mujeres tiene un contrato a tiempo parcial, frente al 6.9% de los hombres, siendo el segundo motivo para ello las tareas de cuidados. Lo dice la situación de las mujeres en el mercado laboral en el marco de la I Estrategia de Conciliación de Andalucía para el período 2022/2026.

–El 79% por ciento de las mujeres soportan la responsabilidad de las tareas domésticas frente a un 23,5 % de los hombres en Andalucía. Lo dice Canal Sur Noticias.

-En 2018, en España, abandonaron su puesto de trabajo para cuidar a familiares dependientes más de un millón de personas, el 70% eran mujeres. Lo dice El economista a través de datos de la EPA.

Y así hasta el hartazgo. La corresponsabilidad es un asunto privado y un asunto de Estado, de ella depende la calidad de vida y el derecho al empleo y al tiempo libre de la mitad de la población. Que estemos tan lejos de ese equilibrio es un hecho más que corrobora y perpetúa la situación de desigualdad entre los sexos. Ser corresponsable es asumir que, como ser humano, tienes responsabilidades respecto a tu hogar y las personas que lo conforman, es ser conscientes de que nadie está al servicio de nadie y que todas las personas debemos ser autónomas y apañadas. Necesitamos una sociedad de cooperación a todos los niveles, superar la división sexual del trabajo y los roles de género. Por no hablar del estrés que provoca la carga mental que conlleva la organización de una familia y un hogar.

Agatha Christie, la escritora más leída de la historia, tenía claro el peso de las tareas domésticas:

 “Los mejores crímenes para mis novelas se me han ocurrido fregando platos. Fregar platos convierte a cualquiera en un maníaco homicida de categoría”.

Cuando Agatha Christie publicó su primera novela Albert Einstein tenía 41 años y es altamente probable que jamás hubiera cogido un estropajo para arrimarse a un fregadero. De justicia poética que Christie se hubiera podido sentar con Einstein para intercambiar impresiones sobre el reparto de asuntos domésticos.

En pleno siglo XXI es inaceptable que tengamos que seguir reivindicando lo que es de sentido común. Ya no cabe ni un resquicio para la tibieza: sé corresponsable, sin relatividad.