Que Alfred Hitchcock tenía un ramalazo misógino y fijación por actrices rubias, delgadas y bellas no es una primicia. Él, como todos los directores, escritores, pintores, filósofos, poetas… plasmaron a través de sus obras lo que consideraban el ideal femenino. En la escena casi final de la película “Con la muerte en los talones” Eve Marie Saint y Cary Grant huyen a toda leche del malo y no tienen más remedio que descolgarse por el Monte Rushmore (ese con cuatro presidentes estadounidenses esculpidos). Ella resulta ser una agente doble de la CIA y ¿hay que ser muy lista para tener ese trabajo, no? Pues comienza el descenso ¡con tacones y sin soltar el bolsito de mano! Dieciocho metros de altura, que se dice pronto. Aquí está la prueba. Vamos, que la agente doble había salvado su pellejo la mar de bien hasta el momento, pero se lo iba a desollar al final de la película por ser “muy femenina”.
Y tirando de diccionario, la segunda acepción es bastante aclaratoria con qué es ser femenina: propio de la mujer o que posee características atribuidas a ella. Gesto, vestuario femenino. Quedémonos con la palabra atribuir: aplicar, a veces sin conocimiento seguro, hechos o cualidades a alguien o algo. Señalar o asignar algo a alguien como de su competencia.
Vamos, que si la feminidad se atribuye y atribuir es aplicar, señalar o asignar…blanco y en botella: la feminidad y masculinidad no forman parte del acervo génico de las personas. Que traducido al román paladino resulta que la feminidad y la masculinidad son sendos inventos culturales, sociales, históricos y mutables. Está por descubrir el gen TP53-rougeintenso que lleva a las mujeres a comprar barras de labios. Y el gen TNF-futboleroserehastalamuerte por el que los hombres gritan a la pantalla del televisor viendo un partido de la Champions. Todo lo asociado al comportamiento que se presupone y espera de una mujer y de un hombre es una construcción social que se activa y fomenta desde el momento del nacimiento a través del proceso de socialización. Por suerte, el ser humano es maravillosamente diverso y existen diferencias entre las personas: ni todas las mujeres se maquillan ni todos los hombres son futboleros. Nadie cumple al 100% los dictados de la masculinidad y la feminidad. Aun así, ambas, ejercen influencias notables estableciendo dos categorías totalmente identificables.
La cuestión es que para las mujeres la feminidad es un peligro, como unos tacones para hacer trekking de montaña ¿no te lo crees? Pues la lista es bien larga, porque la feminidad se levanta sobre un precepto que se repite en todas sus facetas: ser y estar para los demás. Pero nos vamos a centrar en uno: cómo se nos enseña a percibir nuestros cuerpos. A las mujeres se nos inocula que nuestros cuerpos nunca son suficiente, siempre hay algo que mejorar, tonificar, disimular, realzar, esconder, maquillar, operar. Hay que modificar para encajar, validarnos y que nos validen. Pregunta a las mujeres de tu alrededor ¿protestan por su cuerpo o están contentas y satisfechas con él?
Es aberrante someter a los cuerpos de las mujeres a modas, es la máxima expresión de cosificación. Y no es de ahora: en la Edad Media, por ejemplo, las mujeres se afeitaban el nacimiento del pelo para conseguir una frente grande y despejada. Desde el siglo XVI hasta el XIX la cintura de avispa era casi una obligación, los corsés eran prenda de uso diario y causaba graves problemas de salud. En la época victoriana la piel súper blanca era lo más y se usaban ungüentos con mercurio y píldoras de arsénico para conseguirla. También se echaban chorreones de zumo de limón en los ojos para blanquear y dilatar las pupilas y, la que podía, se pagaba baños eléctricos para reducir las arrugas. Sí, sí, baños eléctricos es justo lo que estás pensando.
En la actualidad no nos damos descargas, pero aguantamos el dolor de la depilación láser. Se realizan 400.000 operaciones estéticas al año en España y el 84% del total adivina qué sexo se las realiza. Existen incluso operaciones para el rejuvenecimiento vaginal, está por sacar la operación para los testículos colganderos.
La anorexia y bulimia afectan a adolescentes a partir de los 12 años, se calcula que son 500.000 casos y el 90% son chicas jóvenes y mujeres. La anorexia y la bulimia son los trastornos mentales con mayor índice de mortalidad.
La industria cosmética factura en España más de 8.200 millones de euros al año. Un negocio multimillonario levantado sobre el cuerpo de las mujeres. No existe una sola zona del cuerpo para la que no exista un anuncio publicitario y su correspondiente producto para mejorarla. Ni una. La inversión de energía, autoestima, tiempo y la cantidad de ocasiones en las que se pone en riesgo la salud es incalculable. Esta foto está tomada en una conocida cadena de perfumería en junio de 2023. Si te lo estás preguntando, la respuesta es no. No hay corsés para las barrigas cerveceras de los señores.
Vivir bajo la consideración constante de alcanzar determinado nivel de belleza, delgadez y juventud es una soga alrededor de la autoestima y la salud física y mental de las mujeres. Los dictados de la feminidad y la belleza no son la esencia de las mujeres, son lo que el patriarcado y los deseos ajenos han configurado para disfrute propio.
Si el autocuidado de la apariencia física y el cuerpo infligen sufrimiento y rechazo la palabra cuidar pierde todo su significado. Ojalá seamos capaces de abolir los roles sexistas, ojalá la tiranía de la belleza se difuminara sonando a tacones lejanos.
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