“Yo creo que nos escuchan y nos controlan, hoy me han llegado ofertas por todos lados de colchones después de comentar ayer con mi pareja que había dormido mal.” Dijo ella mandando un audio por WhatsApp a su amiga, justo después de decirle a Alexa que le contara un chiste, apagara la luz y conectara la alarma de la casa.
Este es el mundo en el que vivimos, un mundo en el que la tecnología lo ha revolucionado todo hasta el punto de condicionar nuestro día a día. Pero la sociedad también ha cambiado y adaptado sus hábitos a este momento (y en la era de los huevos fritos envasados al vacío), ni que decir tiene, que queremos la inmediatez y ventajas que ofrece la tecnología. Sin embargo, no todo son comodidades y, a veces, nos cuesta asumir responsabilidades y tomar el control de todas estas herramientas tecnológicas que tenemos a nuestra disposición.
Ya sabemos o intuimos cómo funciona el algoritmo o como mínimo hemos empezado a interpretar las señales. Cuando realizamos búsquedas en la red, aceptamos cookies, nos registramos en una plataforma e interactuamos en nuestras redes sociales, estamos ofreciendo una información que será procesada por los algoritmos para aprender sobre nuestro comportamiento, gustos, aficiones, relaciones, etc. Lo que genera algunos riesgos como son el de recibir solo determinados contenidos, que nos llegue una información muy sesgada, una publicidad muy dirigida; de ahí esa sensación de sentir que nos vigilan y controlan.
Y claro que las redes sociales son un instrumento de manipulación capitalista y son generadoras en ocasiones de mucha basura, mala comunicación, violencia e “infoxicación”. Pero debemos asumir que para estas generaciones (y cada vez más para todo el mundo) es uno de los agentes socializadores más importantes. Se trata de su medio, su hábitat y, como tal, deben manejarse y enfrentarse a él. Igual que formamos y guiamos, como familiares o formadoras a la juventud en otras materias o aspectos de la vida, debemos conocer riesgos y también ventajas para ayudarles a hacer un uso responsable y justo de las redes sociales e internet.
Seguramente tengamos que hacer un gran esfuerzo por formarnos y sacar tiempo extra para entender el funcionamiento de muchas redes sociales y herramientas, aunque esto signifique interrumpir la serie de Netflix o dejar la conversación de WhatsApp a la mitad, para poder echarle un rato a mirar las políticas de privacidad, los controles parentales y buscar contenidos de calidad (¡que los hay!) en las redes sociales y navegadores, o sentarte con la criatura a mirar vídeos y contenidos uno tras otro (lo que hacen ellos y ellas) para destripar cada escena, cada imagen, filtro o comportamiento y hablar de cosas tan importantes como la hipersexualización, la cosificación, el porno y prevenir y alertar de riesgos como el grooming u otros tipos de ciberacoso.
El objetivo es que nos apartemos de la inercia y la queja recurrente, tomemos las riendas y asumamos responsabilidades. En lugar de dejar que el algoritmo nos controle, seamos nosotras las que lo controlemos o por lo menos que se lo pongamos difícil y lo usemos en nuestro propio beneficio, para mejorar nuestra calidad de vida y el de las generaciones futuras. La educación y la regulación son el camino.
Además, los chistes de Alexa no hacen mucha gracia.
0 comentarios